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domingo, 9 de mayo de 2010

APRENDAMOS DE NUESTROS NIÑOS



Siempre que ponemos en comparación la mentalidad de un niño y la de un adulto, consideramos que la del adulto es superior simplemente por el grado de madurez que este posee. Sin embargo, ¿qué pasa cuando los niños son capaces de imaginar su propia realidad y el adulto no puede ni siquiera tener fe en sí mismo? Pequeña pero a la vez gran diferencia. Muchos especialistas afirman que la realidad la creamos nosotros mismos, ella existe hasta donde nosotros lo permitimos. Todo lo que construimos, son producto de ideas y a la vez experiencias, cuando miramos todas estas grandes ideas que pasan por nuestra mente, las podemos relacionar como partículas muy diminutas, que están en un alcance tan cerca que ni siquiera es visto con un cristal. Las ideas son como los números, infinitos. Las experiencias son parte de estas ideas. Nada es imposible si tenemos confianza, principalmente si creemos en nosotros mismos, ¿y pensamos que de los niños no aprendemos nada? Totalmente ilógico, todas estas ideas que ellos se crean, las vuelven realidad por más complejas y absurdas que sean. Serán complejas y absurdas hasta donde nuestra mente nos los limite a creer. La fe mueve montañas, de eso no hay duda. Si la fe de nuestros niños mueve montañas ¿Por qué la de nosotros no? ¿Será que mientras más maduros somos, menos felices nos volvemos? Los niños buscan soluciones tan sencillas a los problemas que se les presentan, mientras que nosotros le agregamos dificultades a estos problemas. Los adultos se quejan de todo, si llueve, si hay sol, si hay frío, si hay calor, si están casados afirman que el matrimonio no sirve para nada, si están solteros(as), necesitan de una compañía porque están muy solos. Por otra parte los niños jugarían en la lluvia, aprovecharían del sol en un lindo día de playa, jugarían hasta el cansancio, de manera que sudarían y el frío desaparecería. Pues sí, esos son los niños que muchas veces ignoramos por creer que son simples infantes y no piensan en otra cosa que no sea jugar, jugar y jugar. ¿y qué pasa con nosotros los adultos? Sólo pensamos en sumarle un problema a la gran y extensa lista.

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